Vida Útil

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Considero que cuando una persona practica el deporte de la escalada, asume – o debería asumir – que va a realizar una práctica que comporta un determinado riesgo de sufrir daños graves para su salud. La escalada, en cualquiera de sus modalidades, no está exenta de riesgos.

Ahora bien, quien practica la escalada asume los riesgos que son previsibles en el normal desarrollo de la actividad, aquellos que son inherentes a la misma. Por ejemplo, ¿sufrir un impacto por la caída de una piedra es un riesgo inherente, o previsible, a la escalada deportiva en roca? Mi opinión es que sí, que es un riesgo inherente, como lo podría ser el riesgo de sufrir una caída a consecuencia de una incorrecta manipulación de nuestros equipos.

Full vida util¿Qué ocurre con el riesgo de sufrir una caída debido a que un anclaje instalado en roca se suelte de su punto de amarre o se rompa? ¿Es un riesgo que quien escala deba asumir como inherente a la actividad?

Si nos encontramos realizando una actividad de escalada clásica y el anclaje en cuestión es, por ejemplo, un pitón, un spit, un empotrador o un friend, la eventualidad de que ese anclaje falle se podría considerar como parte de las “reglas del juego” de la actividad, al menos entre quienes han establecido los usos y costumbres en la práctica de esta actividad tradicional.

¿Y si nos encontramos en una vía de escalada deportiva en roca, equipada con anclajes fijos como, por ejemplo, químicos, anclajes expansivos o similares?. La eventualidad de que se produzca una caída porque el seguro falle, ¿Es un riesgo que espera asumir quien escala la vía?

La observación de cómo se practica la escalada deportiva en roca – y en roco – me induce a pensar que no está contemplando entre las “reglas del juego” de la escalada deportiva que se pueda producir una caída como consecuencia de que salte cualquier elemento de un sistema de anclaje de estas características. La norma de la escalada clásica “prohibido caerse”, no es de aplicación en escalada deportiva, porque no se contempla la posibilidad de que el anclaje pueda fallar, al menos en condiciones de uso normales. Creo que en la escalada deportiva existe cierto consenso en la convicción de que el estado de la instalación no es algo de lo que el colectivo escalador se deba ocupar, al menos cuando este anclaje se identifica como un anclaje fiable que, normalmente, es cuando el anclaje parece fiable. Y esto puede ser un problema.

¿Qué características hacen aparentemente fiable a un anclaje fijo instalado en roca – a la vista y tacto de quien escala – en el corto intervalo de tiempo que permanece junto a él?  Que no se aprecie corrosión…, que la roca sobre la que se instala sea sólida…, que no se mueva, ni se salga…, que el parabolt esté bien introducido, en un ángulo adecuado…, que no genere palancas indeseables sobre los mosquetones…, que la métrica sea la adecuada… ¿Quién se plantea todo esto en una fracción de segundo con los antebrazos a punto de estallar…? ¿A nadie le ha pasado?

El problema, como digo, se presenta cuando pienso en cómo se debería, en este contexto, llevarse a cabo el reparto de responsabilidades ya que, en principio, podría argumentarse que, si la persona que equipa la vía instala de manera permanente unanclaje sobre la roca facilitando su uso por parte de terceras personas, podría llegar a tener que responder por los daños causados como consecuencia de su utilización, en caso de que se demostrara la existencia de una relación causa-efecto entre un fallo en la instalación del anclaje y el daño producido. Además, la eventualidad de que un anclaje falle y se produzca una caída podría no encontrarse, como hemos dicho, entre los riesgos inherentes a la práctica de la escalada deportiva en roca, ya que podría existir el consenso social de que no es esperable que esto ocurra. Este razonamiento, en principio, podría interpretarse como que el colectivo equipador podría ser responsable objetivo de los daños producidos a consecuencia del fallo en la instalación de un anclaje. Todo esto significa, en resumen, que podría existir la posibilidad de que la responsabilidad por los daños que pudiera causar el fallo en la instalación de un anclaje se le atribuyera objetivamente a la persona que ha equipado la vía, en caso de que falle un anclaje que no debía fallar.

Full image1Ahora bien, creo que habría que matizar esta afirmación: ¿Hasta qué momento el anclaje instalado ofrece las condiciones de seguridad esperables según el material y el procedimiento seguido para ello?

Al menos en el entorno de la Unión Europea, instalaciones de todo tipo, y los productos empleados en las mismas, deben cumplir con una serie de requisitos y ofrecer, además, una serie de garantías frente a defectos que se pudieran encontrar en ellos. Existe una amplia legislación a este respecto. Los fabricantes de productos industriales adjuntan, junto con sus productos, información detallada sobre los mismos, haciendo referencia, entre otros, a cuál es la vida útil del producto – el tiempo de uso esperado – y, más importante aún, a cuáles son los factores que reducen la vida útil del producto, dando por hecho que los productos que salen de fábrica, así como las instalaciones que se realizan con ellos, pueden ver reducida su vida útil en determinadas circunstancias. Por poner un ejemplo cercano a la escalada, someter a una cuerda dinámica a temperaturas extremas es un factor que todos los fabricantes reconocen que reduce la vida útil de las cuerdas que fabrican.

Si se acepta que cualquier instalación o producto, sometido a una serie de factores, puede ver reducida su vida útil y, en consecuencia, ver reducidas las prestaciones que ofrecía cuando era nuevo, quizá se debería asumir también que un anclaje instalado en roca puede estar sometido a una serie de factores que pueden reducir su vida útil, como pueden ser, por ejemplo, temperaturas extremas, humedad, fricciones, fuerzas mecánicas, etc., que provocan una reducción, en este caso, del grado de fiabilidad que podría ofrecer cuando se instaló. Pero, por otra parte, cabe señalar que la aceptación de esta premisa también supondría aceptar que, consecuentemente, sería también razonable que se adoptara alguna medida encaminada a garantizar que la instalación conservara, con el paso del tiempo, unas condiciones aceptables de uso, a través de un correcto mantenimiento, por ejemplo.

Bajo este punto de vista, quizá la cuestión del reparto de responsabilidades debería enfocarse de una manera diferente:

Por una parte, no sé si es posible objetivar la responsabilidad de la persona que equipa una vía únicamente por el mero hecho de que en algún momento instaló un anclaje en una roca. Quien equipa una vía debe realizar una instalación que responda a los criterios de seguridad exigibles para ese tipo de anclaje según los conocimientos técnicos de instalación y los materiales disponibles más adecuados de que se dispongan en el momento de la instalación, información que se encuentra recogida en la normativavigente, así como en otras fuentes como son, por ejemplo, las recomendaciones de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (UIAA) o el Manual Técnico de Equipamientos en el Medio Natural de la FEDME.

En segundo lugar, quien promueve la instalación quizá debiera garantizar un adecuado mantenimiento de las instalaciones que pone al alcance de terceras personas, con el fin de que la fiabilidad que se espera de la misma no dismunuya con el paso del tiempo.

En tercer lugar, quizá fuera necesario concienciar al colectivo escalador de que los anclajes pueden fallar o, al menos, de que no todos los anclajes son infalibles, formarlo para que sepa valorar – de una forma más apropiada – cuál puede ser el estado del anclaje en el que va a chapar, qué grado de confianza va a depositar en él, así como de que quizá deba asumir la parte de responsabilidad de hacerlo, la que le corresponda.

Por último, que propios y extraños deberíamos incorporar las condiciones de mantenimiento y control de los anclajes y vías como criterio fundamental a la hora de valorar el estado de cualquier vía de escalada deportiva en roca, o la idoneidad e cualquier proyecto de equipamiento que se nos proponga.

Reconozco que la situación actual dista mucho de estar, tan siquiera, alineada con esta idea. En el remoto caso de que esta fuera una idea con la que todas las personas involucradas estuvieran de acuerdo – cosa harto improbable – constituiría un trabajo monumental que requeriría de una ingente cantidad de recursos que, a día de hoy, no se encuentran al alcance de muchos. Pero creo que, mirando hacia el futuro, incorporar planes de mantenimiento de vías de escalada en roca – dotados económicamente – en los proyectos de instalación y de reequipamiento de este tipo de instalaciones, repercutiría positivamente en la calidad, la seguridad – y la sostenibilidad – de la práctica de la escalada.

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